El
antepasado más antiguo del ser humano actual, en Europa, se
encuentra en la Península Ibérica, concretamente en la Sierra de
Atapuerca (Burgos) y presenta un cronología en torno a los 800.000
años.
La
cara del Antecessor era también muy parecida a la nuestra. La
mandíbula estrecha, acabada con el mentón saliente y fino típico
del Homo sapiens; los dientes pequeños como los nuestros; también
podemos encontrar que sus pómulos eran marcados, como los nuestros,
y no tan exagerados como los del Neandertal.
Además,
su tamaño era similar al nuestro: entre 1,65 y 1, 85 metros de
altura. Y un peso que oscilaría entre los 60 y 90 kg.
Todo
ello, le confería un aspecto muy humano, de hecho, su nombre,
Antecessor, hace referencia a su posible papel como antecesor de
nuestra especie, aunque más tarde se comprobó que no era así, sino
que pertenecía a la rama evolutiva del H. heidelbergensis y H.
neanderthalensis.
Referente
a la capacidad craneal, ésta también era bastante elevada. Si
de media tenemos una capacidad craneal de 1200 cm3, la del Homo
Antecessor era de unos 1000 cm3.
No
conocían el fuego, o mejor dicho, no lo dominaban del todo. Quizá
si podrían mantenerlo cuando este surgiera de forma fortuita en la
naturaleza. Vivió al sur de Europa (sobre todo en España, Portugal
e Italia) y allí no era tanta la necesidad de calor, ya que estos
climas son templados, con inviernos relativamente suaves y cortos.
La
carne la comerían cruda, y sus herramientas y utensilios de caza
eran poco elaborados: palos, huesos y piedras toscamente trabajadas.
Vivían en grupo, eran seres oportunistas y con sus toscas lajas
desgarraban la carne, la separaban de los huesos y en estos dejaban
sus marcas. Pero estas marcas, no solo se encontraban en los
huesos de animales, sino también en los huesos fosilizados de los
mismos Homo antecessor. La opinión dominante es que el
canivalismo, se dio sobre todo como un aporte de proteínas, aunque
otros piensan que no se trataba de esto, sino de algún tipo ritual.
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