Cuando los neandertales
se extinguieron hace 28.000 años, los 'Homo sapiens' no nos quedamos
solos. Compartimos el planeta durante 10.000 años más con otra
Humanidad que vivió en la isla de Flores, en Indonesia.
Eran hombres
de un metro de altura -la estatura de un 'hobbit' de J.R.R. Tolkien-
que habían encogido a partir de una población de 'Homo erectus'. Su
capacidad craneal era de sólo 380 centímetros cúbicos, menos que
un chimpancé y equiparable a la de Toumaï, que vivió hace más de
6 millones de años en África y es el más antiguo de los homínidos.
Sin embargo, tenían útiles de piedra y, muy posiblemente, cazaban
en grupo. «¿Es un descubrimiento único, excepcional!», indicaba
Eudald Carbonell, arqueólogo y codirector de las excavaciones de
Atapuerca, Burgos.
Los primeros restos de
'Homo floresiensis' fueron desenterrados en la cueva de Liang Bua, en
Flores: consistían en un cráneo, un fémur, una tibia, costillas,
parte de una pelvis... Un equipo dirigido por Peter Brown y Mike
Morwood, de la Universidad de Nueva Inglaterra (Australia), ha sacado
a la luz desde entonces huesos correspondientes a cinco o seis
individuos, así como herramientas de piedra y restos óseos de
animales. La situación de las piezas en el yacimiento deja abierta
la posibilidad de que la industria lítica más compleja sea obra no
del nuevo homínido pigmeo, sino de miembros de nuestra especie, que
llegó a Australia hace unos 45.000 años; pero eso no resta
trascendencia al hallazgo.
El 'H. floresiensis' se
sitúa en la historia de la evolución humana en un momento en el que
se creía que ya éramos los únicos homínidos en la Tierra. La
datación de los restos de Liang Bua demuestra que otra Humanidad
sobrevivió hasta hace unos 18.000 años, como poco, y los
investigadores estiman que puede que ya existiera en Flores hace
78.000 años. Eso quiere decir que hace 50.000 años había en
nuestro planeta, al menos, tres especies de humanos y que la
desaparición de los neandertales en Europa, hace unos 28.000 años,
no marcó el principio de nuestra soledad. «Ahora estamos solos;
pero durante mucho tiempo estuvimos acompañados», puntualiza
Carbonell.
A la sorpresa del
hallazgo de un nuevo humano hay que unir lo reducido de su estatura y
de su cerebro, el más pequeño de todos los homínidos. «Aunque es
habitual que los grandes mamíferos reduzcan su tamaño en entornos
insulares, nunca antes se había visto esto en un pariente humano»,
destaca Brown. La ausencia de depredadores se considera una de las
causas del enanismo en condiciones de aislamiento insular, que en
Flores posibilitó la existencia de elefantes enanos (Stegodon), al
igual que se han encontrado osamentas de mamuts enanos en islas del
Mediterráneo.
Los investigadores han
hallado útiles de piedra en dos zonas del yacimiento: unos pocos
asociados al esqueleto parcial descubierto hace un año y otros,
muchos, en una zona de la cueva donde hay restos de elefantes enanos
víctimas de cazadores prehistóricos. Estas últimas herramientas
son las más complejas. Carbonell cree que pueden estar asociadas a
'H. sapiens' y no al nuevo homínido. Coincide con los descubridores,
eso sí, en que 'H. floresienses' pudo conservar las habilidades de
sus antepasados en el proceso de 'enanización', «porque ya había
adquirido las conexiones neuronales y las conductas».
No hay comentarios:
Publicar un comentario