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martes, 27 de septiembre de 2011

QUINTO FABIO MÁXIMO

Quinto Fabio Máximo (h. 280 a. C.-203 a. C.), (en latín, Quintus Fabius Q. f. Q. n. Maximus) llamado Cunctator (el que retrasa), político y militar romano.
Fue nombrado cónsul en cinco ocasiones (233 a. C., 228 a. C., 215 a. C., 214 a. C. y 209 a. C.), y dictador en otras dos (221? - 219 a. C. y 217 a. C.). También ocupó el censorado en 230 a. C. Su alias Cunctator significa "el que retrasa" en latín, y hace referencia a sus tácticas utilizadas durante la Segunda Guerra Púnica para retrasar a Aníbal.
Descendiente de una ancestral familia de patricios romanos, con el agnomen Verrucosis, a partir de una verruga que tenía en el labio superior, Ovicula, ó el Cordero, por la suavidad o la apatía de su temperamento, y Cunctator, debido a su cautela en la guerra, era nieto de Quinto Fabio Máximo Gurges, y, tal vez, el hijo de Quinto Fabio Máximo, participó probablemente en la Primera Guerra Púnica, aunque no existen detalles sobre su papel en la contienda. Al final de la guerra, avanzó rápidamente en su carrera política.
Comenzó su cursus honorum en 237 a. C. sirviendo como cuestor y alcanzó el consulado por primera vez en el año 233 a. C., donde Liguria fue su provincia, y le fue otorgado un triunfo y un pretexto para dedicar un templo al Honor.
Fue censor en el año 230 a. C.; cónsul por segunda vez en 228 a. C.; se opuso a la ley agraria de C. Flaminio en el 227 a. C.,; fue dictador para la celebración de los comicios en el año 221 a. C.
En el año 218 a. C. formó parte de la embajada enviada a Cartago. Fue él quien declaró la guerra formalmente tras la captura de Sagunto por parte de Aníbal.
El senado romano le nombró dictador en junio del 217 a. C., tras el desastre del Lago Trasimeno. Algo fuera de lo común, ya que los dictadores eran normalmente elegidos por los cónsules.
Fabio era consciente de la superioridad militar cartaginesa y, cuando Aníbal invadió Italia, rehusó enfrentarse al general en batalla campal. En lugar de ello, mantuvo a sus tropas cercanas al ejército de Aníbal, hostigándolas constantemente en una guerra de desgaste.
Su primer acto como dictador fue calmar y llamar a los romanos a un solemne sacrificio y súplica a los dioses, después fue hacer el Lacio y los distritos vecinos insostenible para el enemigo. En la campaña, él estableció un plan simple e inmutable de acción. Evitó todo encuentro directo con el enemigo, trasladó su campamento de tierras altas a tierras altas, donde la caballería númida y la infantería hispana no podían seguirlo; observando los movimientos de Aníbal con extrema vigilancia, y atacando a los soldados rezagados y a los recolectores púnicos.
Logró arrinconar a Aníbal en uno de los altos valles entre Cales y el Volturno, y el cartaginés logró escapar hábilmente empleando bueyes con haces de leña ardiendo fijos a sus cuernos ladera abajo (ver Batalla del Ager Falernus).
Pero en Roma y en su propio campamento la cautela de Fabio fue malinterpretada. Se sospechaba incluso que quería prolongar la guerra para mantener el mando, y fue acusado de cobardía, de incapacidad, e incluso de traición, aunque usó la producción de sus haciendas para rescatar a prisioneros romanos. Sólo el propio Aníbal apreciaba el comportamiento de Fabio.
Su propio magister equitum, M. Minucio Rufo, encabezó el clamor contra él, y el Senado, indignado por los estragos de las haciendas de Campania, impaciente, condenaba su política dilatoria. Minucio, durante una breve ausencia de Fabio del campamento, obtuvo una ligera ventaja sobre Aníbal, en una escaramuza.
Un tribuno de la plebe, M. Metilio, promueve un proyecto de ley para dividir en partes iguales el mando del ejército entre el dictador y el magister equitum, y el Senado y las tribus lo aprueban. Minucio fue atrapado con facilidad, y habría sido destruido su ejército por Aníbal, a no ser que Fabio generosamente se apresurara en su rescate.
Minucio, ante el comportamiento magnánimo de Fabio, renunció a su mando, pero Fabio escrupulosamente estableció que su magistratura tenía fecha de vencimiento legal en seis meses.
Cuando finalizó su dictadura, se le devolvió el mando a los cónsules Cneo Servilio Gémino y Marco Atilio Régulo, y al año siguiente (216 a. C.) fueron elegidos Lucio Emilio Paulo y Cayo Terencio Varrón. Después de que estos dos cónsules fueran derrotados por Aníbal en Cannas el mismo año, el senado advirtió la inteligencia de las tácticas fabianas y el sobrenombre Cunctator se convirtió en un título honorífico.
Fabio fue uno de los primeros en dar gracias al retorno de Varrón desde Cannas por no haber perdido la esperanza de su país, y las medidas defensivas que el Senado aprobó en ese tiempo de consternación fueron dictadas por él.
Fue elegido pontífice en 216 a. C., era ya miembro del colegio augural, cargo que ocupó durante sesenta y dos años;dedicó por encargo público el templo de Venus Erycina, y se opuso a llenar las vacantes que la guerra había dejado en el Senado con latinos.
En 215 a. C. fue cónsul por tercera vez, cuando asoló Campania y comenzó el asedio de Capua. Cuando entregó las fasces amonestó al pueblo y al Senado por la caída en la calidad de todos los candidatos a las magistraturas, y los instó a elegir únicamente hombres competentes como cónsules. Su consejo llevó a su propia reelección, para el año 214 a. C. En este año hizo una incursión en Samnio y tomó Casilino.
En 213 a. C. Fabio sirvió como legado de su propio hijo, Q. Fabio, cónsul en ese año, y se conserva una anécdota que es un ejemplo de la rigurosidad de la disciplina romana. Al entrar en el campamento de Suessula Fabio avanza a caballo para saludar a su hijo. Pasaba frente a los lictores cuando el cónsul le ordenó con severidad desmontar. "Mi hijo", exclamó el anciano Fabio al bajar del anímal, "quería ver si tú recordabas que eras el cónsul."
Cuando Aníbal marcho hacia Roma, en el año 211 a. C., Fabio volvió a la estancia principal del Senado, y lo disuadió de abandonar el asedio de Capua, que significaba caer en la maniobra de distracción del cartaginés.
Fabio fue cónsul por quinta vez en el año 209 a. C., fue investido con el título casi hereditario de los Fabios Máximo de Princeps senatus, y le infligió una herida mortal al dominio de Aníbal del sur de Italia con la reconquista de Tarento.
La ciudadela de Tarento nunca había caído en manos de los cartagineses, y M. Livio Macato, su gobernador, algunos años después, se atribuyó el mérito de la recuperación de la ciudad. "Sin duda", comentó Fabio, "de no haberla perdido, yo nunca lo había recuperado".
El saqueo de la ciudad iba a ser entregado a los soldados, pero, se le planteó a Fabio si ciertas estatuas colosales e imágenes de las deidades tutelares de Tarento se debían enviar a Roma, "No", dijo Fabio, "dejemos a los Tarentinos a sus dioses enojados".
Él quitó de allí, sin embargo, una estatua de Hércules, el antepasado mítico de los Fabios, y la colocó en el Capitolio. M. Livio Salinator y C. Claudio Nerón, los cónsules elegidos para el año 207 a. C., se encontraban en abierta enemistad; y su reconciliación, se debió principalmente a la labor de Fabio.
En los últimos años de la segunda guerra púnica la influencia de Fabio parece haber decaído. La guerra se había hecho agresiva bajo una nueva generación de generales. Fabio, ya en edad adulta madura al final de la primera guerra púnica, era de edad avanzada en el último periodo de la segunda guerra púnica.
Él desaprobó las nuevas tácticas; temía, tal vez envidiaba, la supremacía política de Escipión el Africano, y fue un oponente inflexible a su plan de invadir África. Fabio no vivió para presenciar el fin de la guerra y el triunfo de su rival.
Murió en el año 203 a. C., en el momento que Aníbal abandonaba Italia. Su riqueza era grande y, sin embargo el pueblo sufragó mediante contribución los gastos de su funeral de su "padre", "el Gran Dictador", "él que individualmente, por su cautela, salvó a el Estado".
Fabio tuvo dos hijos, el más joven le sobrevivió, pronunció la oración fúnebre del mayor (Laudatio). Adoptó, probablemente a causa de la poca edad de su hijo menor, y después de la muerte de su hijo mayor, a un hijo de L. Emilio Paulo, el conquistador de Perseo.
Con el tiempo se convirtió en una figura legendaria, modelo de romano valiente y tenaz. De acuerdo a Ennio, ''unus homo nobis cunctando restituit rem - Un hombre ha restituido nuestro estado retrasando.
En 1883 un grupo de simpatizantes socialistas fundaron en Gran Bretaña la Sociedad Fabiana, con el objetivo de trabajar en favor de la reforma social y una sociedad más justa. Los fabianos, a diferencia de otras corrientes socialistas que predicaban el choque directo y la guerra abierta contra el capitalistmo, creen en la evolución gradual de la sociedad hacia el socialismo, y apuestan por el trabajo discreto y reformas graduales que, en su opinión, llevarán poco a poco al socialismo. La Sociedad Fabiana continuó su labor hasta nuestros días y, al igual que su mentor Quinto Fabio Máximo, cumplió la mayoría de sus objetivos, pues gran parte de las reformas que propusieron fueron puestas en práctica durante el siglo XX. El surgimiento del Estado del Bienestar a partir de 1945 debe mucho a los esfuerzos y el trabajo intelectual de la Sociedad Fabiana.

ROMA

 

viernes, 23 de septiembre de 2011

LAS GUERRAS PÚNICAS

Las Guerras Púnicas fueron una serie de tres guerras que enfrentaron entre los años 264 a. C. y 146 a. C. a las dos principales potencias del Mediterráneo de la época: Roma y Cartago. Reciben su nombre del etnónimo latino Pūnicī nombre usado por los romanos para los cartagineses y sus ancestros fenicios (de la formas más antiguas lat. arc. Poenicī < gr. Phoinicoi). Por su parte los cartagineses llamaron a estos conflictos "guerras romanas". Conflicto que se debió de gran manera a la anexión por parte de Roma, a la Magna Grecia, de tal manera surgieron conflictos sumamente graves entre ambas potencias. Aunque los romanos lograron crear grandes tropas; sobre todo navales, no le aseguraron el poderío y el control en las Guerras llevándolos a caer en la confianza. La causa principal del enfrentamiento entre ambas fue el conflicto de intereses entre las existentes colonias de Cartago y la expansión de la República de Roma. El primer choque se produjo en Sicilia, parte de la cual se encontraba bajo control cartaginés. Al principio de la Primera Guerra Púnica, Cartago era el poder dominante en el Mar Mediterráneo, controlando un extenso imperio marítimo, mientras que Roma era el poder emergente en Italia. Al final de la Tercera Guerra Púnica, tras la muerte de centenares de miles de soldados en ambos bandos, Roma conquistó todas las posesiones cartaginesas y arrasó la ciudad de Cartago, con lo que la facción cartaginesa desapareció de la historia. La victoriosa Roma emergió como el estado más poderoso del Mediterráneo occidental. Sumado al fin de las Guerras Macedónicas y la derrota del Emperador Seléucida Antíoco III Megas en la Guerra Romano-Siria en el Mediterráneo oriental, Roma quedó como el poder dominante en el Mediterráneo, y la más poderosa ciudad del mundo clásico. La derrota aplastante de Cartago supuso un punto de inflexión que provocó que el conocimiento de las antiguas civilizaciones mediterráneas pasara al mundo moderno a través de Europa en lugar de África.
Tras la anexión por parte de Roma, de la Magna Grecia, ocurrida a principios del siglo III a. C., surgió la rivalidad entre Roma y Cartago, por el dominio del Mediterráneo occidental. Los inicios del conflicto se remontan a cuando la ciudad de Messana, originariamente una ciudad griega, luego tomada por los oscos, llamados mamertinos, fueron atacados por Hierón II de Siracusa. Los griegos de Sicilia, se resistieron a ayudarlos, y entonces, los oscos, decidieron pedir ayuda a los romanos. Los cartagineses se unieron a Hierón II, y juntos cercaron la ciudad de Mesina, pero fueron atacados por los romanos. A pesar de que Hierón abandonó la alianza con Cartago y negoció con Roma, la lucha entre Roma y Cartago prosiguió y se recrudeció. La base cartaginesa de Agrigentum fue tomada por los romanos, en el año 261 a. C. y en el año 260 a. C. los vencieron en Mylae.
Los romanos habían logrado crear una poderosa flota, lo que les confirió un gran predominio naval. Sin embargo no todas fueron victorias para ellos, ya que sufrieron una importante derrota cuando atacaron Cartago en forma directa. Luego de vencerle en Palermo (251 a. C.) fueron derrotados en Dreana (249 a. C.). Los romanos reconstruyeron su flota, víctima de las derrotas y de las tempestades, y en el año 241 a. C. lograron el triunfo definitivo en la costa occidental de Sicilia, en las islas Aegates, tras lo cual se firmó el Tratado de Lutacio, llamado así por ser Cayo Lutacio Cátulo, quien lo ofreció, por el cual los cartagineses sufrieron duras consecuencias: devolver a los prisioneros, evacuar la isla de Sicilia y abonar una cuantiosa indemnización. Así terminó la primera guerra púnica. Aprovechando los romanos una revuelta entre los propios cartagineses, en el año 238 a. C., se apoderaron de Cerdeña y luego de Córcega. Para hacer frente a sus pérdidas, los cartagineses, intentaron extender sus dominios hacia Hispania, estableciendo un acuerdo con Roma para realizar sus conquistas al sur del Río Ebro. Se sucedieron en el mando de las tropas cartaginesas, Amílcar Barca, Asdrúbal y finalmente Aníbal, en el año 221 a. C., quien atacó la ciudad de Sagunto, ubicada en la zona acordada, pero aliada de Roma. Tras rechazar a los emisarios romanos, que pedían su rendición, los cartagineses y romanos, se enfrentaron nuevamente.
Aníbal se dirigió hacia Italia para luchar contra los romanos, cruzó los Alpes, logrando el apoyo de los galos, que habitaban la llanura del Po, logrando vencer a los romanos en las márgenes del Ticino y del Trebia, y en el año 216 a. C. la Batalla de Cannas (Apulia), consagró a los cartagineses como triunfantes sobre Roma que perdió aproximadamente 30.000 hombres. Sin embargo, y a pesar del apoyo que Aníbal recibió de Filipo V de Macedonia y del rey de Siracusa, el estratega romano, Fabio Máximo, ideó el plan de una guerra de desgaste, evitando las batallas abiertas.
Poco tiempo después los romanos vencieron en Capua y luego en Siracusa y en Hispania, los hermanos Escipiones derrotaron a Asdrúbal, y luego recuperaron Sagunto (214 a. C.), aunque fueron derrotados los Escipiones y muertos en el año 211 a. C. En el año 209, Publio Cornelio Escipión, tomó Cartagena y en el 210 a. C. triunfó en Baecula. Asdrúbal fue definitivamente derrotado por Nerón, cuando se dirigía a Umbría para unirse a Aníbal, quien se retiró a África, lugar que abandonó para dirigirse a Cartago, donde el ejército a cargo de Publio Escipión, intentaba imponerse. La batalla de Zama, en el año 202 a. C. significó la victoria definitiva de Roma, donde Cartago fue condenada económicamente, viéndose privada de su flota y confinada a un área restringida. Este es el fin de la segunda guerra púnica. La tercera guerra púnica fue realizada por motivos económicos, ya que Cartago, a pesar de su derrota, era una gran competencia en el comercio del Mediterráneo.
Aprovechando que los cartagineses respondieron ante el asalto de Horóscopo en su defensa, pero como no podían hacerlo sin permiso romano, decidieron atacar. Los cartagineses trataron de descomprimir el conflicto condenando a muerte al jefe militar Asdrúbal y a sus hombres, y brindando a Roma sus excusas, pero fue inútil, tras lo cual decidieron rendirse. Cartago recibió la orden de ser destruida, pero los habitantes se reorganizaron a las órdenes de Asdrúbal a quien se le había concedido un armisticio a su condena a muerte, y lograron resistir el sitio romano, hasta que el nieto adoptivo de Escipión el Africano, Publio Cornelio Escipión Emiliano, en el año 147 a. C. logró rodear completamente la ciudad, que comenzó a sufrir el desabastecimiento. En el año 146 a. C. los romanos lograron entrar a la ciudad, entablándose una lucha encarnizada de seis días, donde vencieron los romanos y la ciudad fue destruida. Al término de las guerras púnicas llamadas así por ser la denominación que los romanos daban a los cartagineses, pueblo de origen fenicio, las islas de Sicilia, Cerdeña y Córcega, el norte de África, y el sur y el este de España, se convirtieron en provincias romanas.
Las primeras fases de la guerra consistieron en batallas terrestres, en Sicilia y el norte de África, pero a medida que avanzó el conflicto se convirtió en una guerra eminentemente naval. El conflicto fue costoso para ambos bandos, pero Roma se alzó con la victoria: conquistó la isla de Sicilia, obligando además a la derrotada Cartago a pagar un cuantioso tributo. El resultado de la guerra desestabilizó tanto a Cartago que Roma le arrebató Córcega y Cerdeña sin apenas esfuerzo unos años después, cuando la primera se vio arrastrada a la Guerra de los Mercenarios.
La Primera Guerra entre Roma y Cartago empezó como un conflicto local en Sicilia entre Siracusa, liderada por Hierón II, y Mesina, controlada por los Mamertinos. Estos eran un grupo de mercenarios de la Campania que el año 289 a. C., al quedarse sin trabajo tras la muerte de su último patrón, Agatocles de Siracusa, habían tomado a traición el pueblo griego de Mesina, convirtiéndose en sus dirigentes tras masacrar a la mayoría de la población, adueñarse de todas las propiedades, y expulsar a los supervivientes varones, quedándose con las mujeres a la fuerza.
Durante las dos décadas y media que duró su dominio, los Mamertinos se dedicaron a la piratería, tanto por tierra como por mar, y convirtieron el pueblo de Mesina en una base permanente para sus continuas expediciones de saqueo por Sicilia y sus costas. A partir del 270 a. C. Hierón II les plantó cara, y para el 265 a. C. el ejército ciudadano de Siracusa había logrado asediar Mesina tras vencer a los Mamertinos en repetidas ocasiones. Viéndose en mala situación, estos cometieron el último error de sus vidas al requerir la ayuda de la armada de Cartago, para luego traicionarles solicitando ayuda al Senado Romano para defenderse de la "agresión cartaginesa". La República de Roma respondió enviando una guarnición armada con el fin de asegurar Mesina, y entonces los enfurecidos cartagineses, liderados por Amílcar Barca decidieron ayudar militarmente a Siracusa. Con ambas potencias involucradas en el conflicto local, este pronto se convirtió en una guerra a gran escala entre Roma y Cartago por el control de Sicilia.
Tras la estrepitosa derrota en Agrigento, los líderes cartagineses decidieron evitar las confrontaciones directas en tierra con las legiones romanas, concentrándose en el mar. La armada de Cartago era superior a la armada romana en todos los aspectos: sus tripulaciones tenían más experiencia en la guerra naval de la época, era más numerosa, y disponía de mejores avances técnicos, ya que sus naves eran más rápidas y maniobrables. Batallas como la de las Islas Eolias son un buen ejemplo de esa diferencia inicial.
Sin embargo la reacción romana no se hizo esperar; la república consiguió planos detallados e información de primera mano de los medios de fabricación naval usados por Cartago y procedió a volcar toda su capacidad de producción en la construcción de una nueva armada. En menos de dos meses, los romanos tenían ya una flota de más de 100 naves. La producción prosiguió a un ritmo tan acelerado, que pronto la ventaja numérica de los cartagineses, obligados a mantener sus flotas separadas para defender sus amplias rutas comerciales, se redujo al mínimo.
También se introdujeron mejoras técnicas: sabedores de que no podían superar a las naves cartaginesas en velocidad, los romanos incorporaron una especie de puente de asedio en la proa de sus buques, el corvus (cuervo). Este se tendía sobre naves enemigas adyacentes, con lo que podían ser abordadas por legionarios completamente armados y acorazados, capaces de masacrar a la tripulación enemiga y capturar la nave. Hasta entonces, las batallas navales incluían muy pocas acciones de abordaje; la táctica principal consistía en embestir al enemigo con el ariete incorporado en la proa de la mayoría de las trirremes. De llegarse a la lucha cuerpo a cuerpo, esta se solía realizar entre tripulaciones de marineros y remeros, con armaduras ligeras y armas cortas. Los romanos incorporaron a la contienda el uso de su excelente infantería pesada, permitiéndoles el uso también en el mar de una de sus mayores ventajas estratégicas, que hasta entonces solo había podido ser empleada en tierra, reduciendo la ventaja táctica de la flota cartaginesa (a partir de entonces se hizo mucho más peligroso acercarse a un barco romano). Sin embargo, el corvus era un artilugio pesado, con sus propios peligros, y su uso fue quedando obsoleto a medida que la flota romana fue ganando experiencia.
Exceptuando la desastrosa derrota de la Batalla de los llanos del Bagradas en África, y las batallas navales de las Islas Eolias y Drépano, la Primera Guerra Púnica fue una cadena casi ininterrumpida de victorias romanas. Finalmente, el año 241 a. C., Cartago firmó un tratado de paz con Roma, cediéndole el control absoluto de Sicilia. Los años posteriores a la Primera Guerra Púnica fueron aprovechados por Cartago para mejorar sus finanzas y expandir su imperio colonial en Hispania (nombre genérico dado en la época a la Península Ibérica, las actuales España y Portugal) bajo el liderazgo de la familia Barca. Durante esa época la atención de Roma se concentró principalmente en las Guerras Ilíricas. Sin embargo, al finalizar esta, prosiguió su expansión, iniciando una diplomacia agresiva en Hispania que incluía alianzas con enemigos locales de Cartago.
Finalmente, el año 219 a. C., Aníbal Barca, hijo de Amílcar Barca, atacó Sagunto, ciudad aliada de Roma, iniciando con ello la Segunda Guerra Púnica.
La Segunda Guerra Púnica (218 a. C.-201 a. C.) es la más conocida de las tres, por producirse durante la misma la famosa expedición militar de Aníbal contra Roma cruzando los Alpes: partiendo desde el sur de Hispania, Aníbal condujo a su ejército hacia el norte, cruzó los Alpes e invadió la Península Itálica desde el norte, derrotando a todas las fuerzas que la República de Roma lanzó en su contra. Se mantuvo con su ejército en Italia durante dieciséis años; Aníbal no era capaz de poner Roma bajo asedio por no disponer de suficientes hombres, ya que el cruce de los Alpes y las batallas posteriores supusieron la pérdida de gran parte de sus soldados y elefantes de guerra, y la República de Roma, por su parte, no lograba expulsarle de Italia, debido principalmente a que no se enfrentaba solo contra Cartago, ni solo en Italia. Combatió contra esta también en Hispania y Sicilia, y además libró la Primera Guerra Macedónica en Grecia. La República salió triunfante en todos los teatros en los que combatió. La situación de estancamiento en Italia fue finalmente resuelta tras la victoria en Hispania con el traslado del ejército local a África, con el fin de asediar la propia Cartago. La gravedad de la amenaza romana obligó a Aníbal a volver a toda prisa a su ciudad, siendo finalmente derrotado por primera vez en la batalla de Zama por Publio Cornelio Escipión, apodado desde entonces El Africano. La derrota supuso el fin de la guerra, y Cartago vio limitadas sus posesiones territoriales a la propia ciudad, perdiendo todas sus colonias comerciales.
Durante la Segunda Guerra Púnica se combatió en tres teatros principales: Italia, donde Aníbal venció a las Legiones romanas de forma continuada; Hispania, donde Asdrúbal Barca, hermano menor de Aníbal, defendió las ciudades coloniales cartaginesas hasta que fue obligado a retirarse hacia Italia; y Sicilia, donde los romanos mantuvieron siempre su supremacía militar frente a los intentos cartagineses de recuperar la isla. Aunque podría considerarse África como un cuarto teatro de operaciones, las acciones allí no tuvieron suficiente extensión en el tiempo ni geográficamente para aceptarlo como tal.
La guerra se inició tras el asedio y conquista de Sagunto por parte de Aníbal, que supuso el casus belli que permitió a Roma declarar la guerra a Cartago. Aníbal consideraba que la superior capacidad de producción romana les daba ventaja en cualquier enfrentamiento prolongado, por lo que la guerra debía resolverse cuanto antes mejor. La única forma de lograrlo era llevando a su ejército a la Península Itálica y conquistar Roma, o en su defecto, causarles tantos destrozos como para obligar al Senado de Roma a pactar la rendición. Pero desde el final de la Primera Guerra Púnica, el Mar Mediterráneo estaba controlado casi completamente por la armada romana, de modo que el ejército no podía trasladarse por mar. Así que Aníbal, para sorpresa de propios y extraños, decidió llevar al ejército por tierra, cruzando los Alpes. El paso de los Alpes por el ejército de Aníbal fue considerado en su día una hazaña militar sobresaliente.
Aníbal entró en Italia al mando de un ejército cartaginés reforzado con infantería gala e hispana, caballería númida, y otros mercenarios, así como doce elefantes. Aplastó de forma contundente a todas las fuerzas que los romanos le opusieron, especialmente en las batallas del Trebia, del lago Trasimeno y de Cannas. Pero la falta de efectivos y maquinaria de asedio le impidió conquistar la ciudad de Roma, con lo que le fue imposible asestar el golpe crucial con el que esperaba acabar la guerra.
Aníbal ya era consciente de esa posibilidad desde antes incluso de iniciar el asalto sobre Italia, y había decidido que, de producirse, se dedicaría a asolar la península, en la esperanza de conseguir que los aliados locales de Roma cambiasen de bando. Sin embargo, a pesar de sus tremendos éxitos, no logró su objetivo: los aliados de la República en su gran mayoría se mantuvieron fieles, con la excepción de algunas ciudades-estado del sur. Del mismo modo, la República se mantuvo imperturbable a la presencia del invencible ejército de Aníbal en sus proximidades.
Un factor determinante sin duda fue la falta de refuerzos recibidos; se ha argumentado en muchas ocasiones que, de tener soldados en cantidad suficiente, Aníbal podría haber intentado el asalto directo sobre Roma a pesar de la falta de armamento de asedio. Sin embargo, y a pesar de sus muchas súplicas en ese sentido, Cartago solo mandó refuerzos al ejército de Hispania. La incapacidad de finalizar el conflicto de forma decisiva abocó a Cartago a una guerra de larga duración que el propio Aníbal había predicho que no podrían ganar.
Por su parte, en Roma prevalecía la idea de que, mientras estuviera en Italia con suficientes fuerzas, Aníbal era invencible. De modo que, a la vista de la incapacidad de Aníbal de conquistar la ciudad, se decidió concentrar los esfuerzos en el exterior: Hispania y Grecia, donde se estaba librando ya la Primera Guerra Macedónica. Siguiendo la misma idea de Aníbal de llevar la guerra al enemigo, los romanos desembarcaron un gran ejército en Hispania con el que amenazar las posesiones cartaginesas en la zona y cortar cualquier posible ruta de suministro a Aníbal. El joven comandante Publio Cornelio Escipión, que ya se había enfrentado con las fuerzas de Aníbal en Italia, consiguió tras varios enfrentamientos vencer a las tropas cartaginesas en Hispania lideradas por Asdrúbal Barca y obligarlas a retroceder. Asdrúbal, sabedor de que su hermano no podía realizar el asalto final sobre Roma por la falta de efectivos, y previendo que la situación en Hispania iría empeorando progresivamente, decidió intentar unir su ejército mercenario con el de Aníbal en Italia, por lo que abandonó Hispania y cruzó también los Alpes siguiendo sus pasos. Asdrúbal entró en Italia por el valle del Po. Allí le estaba esperando Cayo Claudio Nerón al mando de un gran ejército romano: la idea de tener otro gran ejército cartaginés en su suelo causó terror en Roma, y decidieron oponerle todas las fuerzas disponibles.
El enfrentamiento consiguiente fue conocido como batalla del Metauro. El comandante romano, sabedor de la necesidad de destruir el nuevo ejército cartaginés a cualquier precio, consiguió rodearlo tras sacrificar a 700 de sus mejores hombres en una maniobra de distracción. Asdrúbal, sabiéndose perdido, se arrojó sobre las líneas romanas, prefiriendo la muerte a ser capturado. Los romanos arrojaron su cabeza al campamento de su hermano Aníbal poco después, quien procedería a retirarse hacia las montañas. En los dieciséis años que pasó en Italia, este fue el único intento de reforzar a su ejército, tarde y mal. Mientras tanto, en Hispania, Escipión capturó casi sin oposición el resto de ciudades cartaginesas, y empezó a preparar la invasión de la propia Cartago.
Ante esta amenaza directa, Aníbal recibió la orden de abandonar el ejército de Italia y volver a toda prisa a Cartago a preparar la defensa y enfrentarse a Escipión. Sin embargo, sufrió una derrota decisiva en la batalla de Zama el año 202 a. C. Cartago pidió la paz, y las condiciones romanas fueron terribles: todas las colonias cartaginesas fueron entregadas a Roma, recibió la obligación de entregar a Roma una cuantiosa indemnización, y se le prohibió volver a tener unas fuerzas armadas o reclutar mercenarios más que en cantidades testimoniales, pasando a depender de Roma para cualquier tema relacionado con su propia defensa.
Aníbal tomó parte activa en la reconstrucción de Cartago, pero su larga temporada de liderazgo y sus éxitos le habían granjeado numerosos enemigos entre su propio pueblo. Sus oponentes se unieron en una sola facción y protestaron frente a Roma, obligándole a huir a Asia Menor en el año 195 a. C., siendo sus propiedades y las de su familia confiscadas por la élite dirigente cartaginesa. En el este, Aníbal sirvió a varios reyes locales como asesor militar, generalmente en enfrentamientos con Roma. Sirvió en esas funciones en la corte del Imperio seléucida huyendo tras la batalla de Magnesia al saber que Antíoco III Megas pretendía entregarle a los romanos para congraciarse con ellos. Perseguido, Aníbal acabó suicidándose en el 183 a. C. para evitar su captura por agentes romanos.
 La llamada Tercera Guerra Púnica (149 a. C.-146 a. C.) comprende casi en exclusiva la batalla de Cartago, una operación de asedio de larga duración que acabó con el saqueo y la destrucción completa de la ciudad de Cartago. Las causas de la guerra fueron, por un lado, el creciente sentimiento anti-romano en Hispania y Grecia, y por el otro, el visible resurgir del poderío militar cartaginés, reducido artificialmente por Roma tras la Segunda Guerra Púnica.
Obligada a un ejército puramente nominal por las condiciones del tratado de paz con Roma, Cartago sufría regularmente incursiones de saqueo desde la vecina Numidia, las cuales, a raíz del mismo tratado, eran arbitradas por el Senado romano, quien solía favorecer a ésta en la mayoría de sus resoluciones. Tras soportar esta situación durante casi cincuenta años, Cartago consiguió pagar todas las indemnizaciones de guerra que le debía a Roma, tras lo cual comunicó públicamente que dejaba de considerarse ligada a las restricciones del tratado, en contra de la opinión de Roma. Organizó un ejército para resistir a la siguiente incursión númida, aunque perdió, lo que le supuso el pago de más indemnizaciones (esta vez a Numidia).
Alarmados por este rebrote de militarismo cartaginés, y temiendo el resurgir del mayor campeón de la causa anti-romana, muchos romanos abogaban por su destrucción completa a modo preventivo. Catón el Viejo, a quien también disgustaban las muestras públicas de opulencia que se hacían en la ciudad, tras ser testigo del resurgir del viejo enemigo en un viaje a Cartago, solía acabar todos sus discursos en el senado, sin importar cual fuera el tema, con la frase:
Ceterum censeo Carthaginem esse delendam («Es más, creo que Cartago debe ser destruida»)
 Durante el año 149 a. C., Roma realizó una serie de reclamaciones, a cual más exigente, con la clara intención de empujar a Cartago a una guerra abierta, proporcionando un casus belli que esgrimir ante el resto del mundo antiguo. Tras exigir la entrega de 300 hijos de la nobleza cartaginesa como rehenes, se demandó que la ciudad fuera demolida y trasladada a otro punto más hacia el interior de África, lejos de la costa. Esa fue la gota que colmó el vaso de la paciencia cartaginesa. Se negaron a aceptar tal demanda, y Roma declaró el inicio de la Tercera Guerra Púnica. La población de Cartago, que hasta el momento había confiado principalmente en el uso de mercenarios, tuvo que tomar una parte mucho más activa en la defensa de la ciudad. Se fabricaron miles de armas improvisadas en un corto espacio de tiempo, llegándose incluso a emplear pelo de las mujeres cartaginesas para trenzar cuerdas de catapulta, con lo que se logró rechazar el ataque inicial romano.
Una segunda ofensiva, liderada por Publio Cornelio Escipión Emiliano, acabó tras un asedio de tres años de duración en el que finalmente los romanos lograron romper las murallas de la ciudad, la saquearon, y procedieron a quemarla por completo hasta sus cimientos. Los habitantes supervivientes fueron vendidos como esclavos, y Cartago dejó de existir hasta que César Augusto la reconstruyera como colonia para veteranos, un siglo más tarde.





 

SENADO ROMANO

El senado es una asamblea compuesta por miembros especialmente elegidos a los que se llama senadores. El origen del senado está en el pueblo romano. Las características de aquellos senados romanos y las de los senados de tiempos posteriores son bastante distintas en algunos aspectos. La palabra senado también designa al propio edificio donde se realizan las asambleas.

Los romanos decían que el fundador del Senado había sido Rómulo y que lo había hecho con un grupo de 100 patricios a los que se dio el nombre de patres. Se trataba de un consejo asesor integrado por ancianos, de ahí su nombre, (senectus en latín es anciano, viejo). Se cree que el tercer rey de Roma, Tulo Hostilio fue el fundador de la sede del Senado que por eso tomó su nombre y se llamó Curia Hostilia.
En tiempos de la República romana siguió funcionando el Senado con la función de un consejo asesor, formado por 300 ancianos, todos ellos de clase patricia. Pero al cabo de algunos años esto último cambió y los plebeyos tuvieron también acceso al puesto de senador. El cargo era vitalicio y esto dio lugar a que se formase entre ellos una especie de oligarquía (el poder en manos de un reducido grupo de personas).
En esta misma época los senadores eran elegidos por los censores que tenían además el poder de quitar el título. En los tiempos del cónsul Gayo Mario se exigía como requisito para acceder al cargo el poseer unas propiedades por valor de un millón de sestercios como renta anual (moneda de plata). El senador tenía que usar una vestimenta especial que ningún otro político podía llevar: el latus clavus o laticlavia (latus=amplia y clavus=banda de púrpura), que tenía una franja color púrpura bastante ancha. Gastaba zapatos de cuero marrón y cerrados, y tenía que llevar un anillo especial que en los orígenes era de hierro y más tarde fue de oro.
También en tiempos de Gayo Mario el decano de los senadores tenía el privilegio de ser el príncipe del Senado. Existía además una jerarquía entre las personas que tenían sólo voz y las que tenían voto. Los senatores pedarii sólo podían votar y se tenían que sentar detrás de los otros senadores que tenían el uso de la palabra. La votación se podía hacer a mano alzada cuando el asunto a discutir no era demasiado importante o cuando la respuesta era unánime. Pero cuando no había acuerdo los senadores tenían que ponerse en pie y situarse a un lado y al otro del estrado curul (silla del magistrado) según dijesen sí o no, para hacer con facilidad el recuento. En cuanto al oratio o discurso podía ser tan largo como quisiera hacerlo el orador, sin limitación de tiempo; era una maniobra muy popular; es lo que se conoce hoy como obstruccionismo. La asistencia de los senadores a las sesiones no era obligatoria, por lo que generalmente no eran muchos los presentes. Pero en los asuntos graves se requería quórum para la votación (no se conoce muy bien el número mínimo de votos requerido en dicho quórum). 
La sede normal era en la Curia Hostilia, pero de no ser ahí las reuniones podían hacerse en lugares consagrados especialmente para las sesiones. En el Año Nuevo las sesiones y las ceremonias se hacían en el templo romano de Jupiter Optimus Maximus y cuando el asunto se trataba del tema de la guerra, el Senado se trasladaba al templo romano de Belona, que estaba situado fuera del pomerium (las antiguas murallas del recinto sagrado). Las sesiones comenzaban al amanecer y terminaban con la puesta del sol.  
El Senado tenía potestad suprema pero no era un cuerpo legislativo sino asesor. Controlaba el Tesoro y los asuntos externos y sobre todo las cuestiones de guerra. Después de los tiempos de Gayo Mario, de manera excepcional tuvo poder para suspender todos los organismos estatales y para aprobar un senatus consultum de republica defendenda o decreto inapelable que proclamaba la ley marcial. Era un recurso del Senado para impedir el nombramiento de un dictador.
 



BATALLA DE CANNAS


LA BATALLA DE ZAMA

LUCIO CORNELIO ESCIPIÓN "EL AFRICANO"

Publio Cornelio Escipión: Llamado "El Africano" fue general romano y héroe de la segunda Guerra Púnica entre Cartago y Roma. En el 210 a.C., después de servir en las legiones romanas enviadas contra el general cartaginés Aníbal en el norte de Italia, Escipión obtuvo el mando de los ejércitos romanos en Hispania con el título de procónsul. Llegó allí en el 209 a.C., dirigió un ataque sorpresa contra el cuartel general del Ejército cartaginés en Cartago Nova (ahora Cartagena), perdiendo los cartagineses su principal base de aprovisionamientos. En el 208 a.C. expulsó al general cartaginés Asdrúbal Barca de Hispania, tras obtener la momentánea adhesión de algunos jefes militares indígenas, como Indíbil y Mandonio, pero no pudo impedir que aquél cruzara los Pirineos para ayudar a su hermano Aníbal en el 207 a.C. Escipión regresó triunfal a Roma en el 205 a.C., tras conquistar la Hispania meridional, incluida Gades (la actual Cádiz), y le eligieron cónsul. Entre el 204 y el 203 a.C., dirigió la invasión del norte de África, derrotando a los cartagineses en Campi Magni (región situada en la orilla de actual río Medjerda, en Túnez). Aníbal recibió ordenes de dejar Italia, pero Escipión obtuvo frente a él una victoria decisiva en la batalla de Zama en el 202 a.C. Este triunfo, que terminó con la segunda Guerra Púnica, le proporcionó el título honorífico de Africano.
En el 190 a.C., Escipión se convirtió en legado de su hermano, el cónsul de la provincia de Asia Lucio Cornelio Escipión (conocido como el Asiático), en la guerra contra el rey Seléucida Antíoco III, a quien aplastaron en la gran victoria romana de Magnesia del Sípilo, en Asia Menor. Al regresar a Roma, su enemigo Marco Porcio Catón (Catón el Viejo) le acusó de aceptar sobornos de Antíoco. Fue absuelto de las acusaciones, pero se retiró de la vida pública para vivir en su villa en Liternum (Campania). Escipión el Africano es considerado el general romano más importante anterior a Julio César.