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viernes, 30 de noviembre de 2012

EL TEATRO DE POMPEYO

Fue el primer teatro permanente de Roma, siendo el más grande y famoso de su tiempo. Pompeyo ordenó su construcción, deseoso de ganar popularidad, saltándose la prohibición de construir anfiteatros de obra erigiendo en la galería del nuevo teatro un templo dedicado a la diosa Venus Vincitrix.

Su construcción empezó en el 61 a.C. y fue terminada en el año 55 a.C. La Cauea hacía 150 metros de diámetro y se cree que tenía una capacidad de 18.000 personas. Detrás del escenario contaba con unos grandes jardines porticados como zona de recreo para antes de la función o para los actores.

Mientras la Curia Iulia se acabada de construir, el Senado utilizaba su sala de reuniones como Curia, fue en las escaleras del Teatro de Pompeyo donde Julio César encontró la muerte en los Idus de marzo, a los pies de la grandiosa estatua de su enemigo Pompeyo que presidía el Teatro.

File:Theatre of Pompey Sketch up model.png 


El teatro se coronaba con un templo dedicado a Venus Victoriosa (Venus Victrix en latín), deidad personal de Pompeyo. Esta particularidad del templo ha sido interpretada por algunos especialistas como una estrategia para evitar que tal edificio fuera considerado una simple extravagancia personal.

Las dimensiones del teatro eran enormes. La cávea contaba con 150 metros de diámetro, y en su zona central se situaba una gran escalinata semicircular en forma de exedra que ascendía al templo situado en la parte superior. Tras el gran frente de escena de 90 metros se situaba un gran peristilo de columnas de granito que rodeaba el jardín, y al otro extremo de éste se encontraba la llamada Curia Pompeii, en la que accidentalmente se estaba reuniendo el Senado Romano en marzo del año 44 a.C., y donde por ello fue asesinado Julio César. Esta curia, según Suetonio (Vita Div. Iul. 88) y otros autores antiguos fue tapiada como lugar nefasto, siendo el espacio convertido más tarde en unas letrinas públicas.

 

sábado, 24 de noviembre de 2012

EL PALATINO. LA CASA DE LOS EMPERADORES

La vivienda de los poderosos llega a su máxima expresión en Roma con la institución del Imperio. Las domus de la nobleza, quedaron pequeñas para la tarea de representación del soberano y para albergar la burocracia que administraba el Estado.
El hecho de que Augusto hubiese nacido en la colina Palatina marcó el destino de este monte y la denominación de la vivienda imperial. El lugar también tenía su simbolismo, según la leyenda, era donde Rómulo y Remo fueron acogidos por la Loba (Lupercalia) y donde el primero de los hermanos, el fundador de Roma, instaló su cabaña (de las que los romanos conservaron restos). Por todo ello, cuando Augusto consiguió el poder compró al senador Hortensio una domus típica republicana al suroeste de la colina, que amplió en años sucesivos con otras vecinas. Su idea era que al instalarse allí el nuevo soberano se recuperara el sitio y el culto a los orígenes del espíritu romano. La casa de Augusto fue, por tanto, un modesto recinto residencial ampliado en medio de un barrio aristocrático. Sus sucesores también eligieron este lugar para su vivienda por legitimar su poder, pero además lo ampliaron considerablemente  hasta hacerse con la totalidad de la colina, creando los verdaderos palacios imperiales.
El Palatino con todas sus construcciones palaciales hacia el siglo IV d. C.
Entre el siglo I y III d. C. surgieron los palacios de Tiberio (ampliado por Calígula); el de Nerón (la Domus Transitoria y la Domus Áurea que llegaba hasta allí); el de los Flavios (la Domus Flavia y la Domus Augustana); y el de Septimio Severo. A finales de la época imperial, el conjunto era un único e inmenso edificio denominado Palatium (Palatino), como la colina.
La casa de Livia y la Casa de Augusto.
Al noroeste de la colina  (en el Germalus) hay un espacio ocupado por un grupo de casas de fines de la República (casa de Livia y casa de Augusto), que nunca fueron destruidas para dar lugar a los palacios imperiales. Este hecho insólito, junto con las descripciones que se hicieron de la casa de Octavio Augusto, ha hecho pensar que ésta fue su residencia. Se conservan habitaciones de dimensiones modestas decoradas con frescos del estilo segundo.
El modelo no difería mucho de las viviendas de cualquier noble de la época, si no fuera por los espacios sagrados dependientes del sector público de su casa: la gruta donde la loba amamantó a los gemelos o Lupercal, la cabaña de Rómulo, el templo de la Gran Madre (Cibeles) y el templo de Apolo. Recientemente se ha descubierto el Lupercal y han sido restaurados y  reabiertos para su visita pública los frescos de cuatro habitaciones de la Casa de Augusto.
La Domus Áurea.
Tras el incendio, ya mencionado, Nerón encargó a sus arquitectos Severus y Celer la construcción de un palacio-villa aún mayor y más lujoso, la Domus Áurea. Esta construcción no llegó a acabarse, sin embargo se sabe que pretendía tener un frente de más de 1500 metros de largo y 50 hectáreas de extensión. Sólo fue utilizada durante unos pocos años, puesto que los Flavios renunciaron a esta residencia en favor de construir otra en el Palatino. Además fue afectada por el incendio del año 104, por lo que se inutilizó y rellenó parte de ella con escombros para servir de cimentación a las Termas de Trajano. Esta circunstancia la preservó en parte de los ladrones de materiales de construcción y no fue redescubierta hasta el Renacimiento.
Hoy podemos reconstruir algunas dependencias e incluso visitarlas. En el vídeo podrás ver salas abovedadas, decoradas con frescos del IV estilo sobre fondos dorados, blancos y negros. Se recrean estilizados motivos vegetales y fantásticos, que inspiraron en el  Renacimiento la decoración conocida como grutescos (sacada de la gruta). También vemos la estatua de 36 metros de Nerón como Apolo (el Coloso) y un lago artificial rodeado por una serie de pórticos. El templo del Divino Claudio en el monte Celio fue transformado en un monumental ninfeo, que también sirvió de fachada escénica para los jardines de la villa.
Del sector este son otras habitaciones cuyo principal interés es una sala octogonal cubierta con una cúpula de hormigón y óculo central, que precede temporalmente a la del Panteón de Agripa- Adriano. Con toda posibilidad debió ser el gran comedor circular que rotaba y del que hablaba Suetonio. Poseía además de un mecanismo que permitía derramar flores y perfumes desde agujeros aplicados en las placas móviles de marfil que recubrían la cúpula.

El palacio de Domiciano en el Palatino. La Domus Flavia y la Domus Augustana.
Después del gran incendio del 80 d. C., Domiciano encargo al arquitecto Rabirius realizase sobre la cima sur de la colina Palatina, junto a la Domus de Augusto y de Tiberio, un nuevo complejo para servir como residencia imperial y lugar de dirección gubernamental. La concepción es totalmente nueva puesto que se crea dos edificios paralelos y a la vez unidos: la Domus Flavia, al Norte, como palacio representativo y público, y la Domus Augustana, al sur, como palacio residencial. Ambos se construyen según el principio del peristilo.
A la Domus Flavia se accedía por el norte mediante un pórtico columnado sobre podium que dominaba una vasta zona. Tras atravesar un vestíbulo espacioso se pasaba a un peristilo central en torno al cual se abrían cuatro  secciones.
  • El ala este debió ser espectacular. Se componía de tres salas: el Aula Regia un espacio sin compartimentar de 30 metros de ancho, ideal para los actos oficiales, con magnífica decoración de nichos con estatuas y columnas de mármol pavonazzetto contra los muros laterales y en el fondo un amplio ábside para el trono. En el  lado derecho tendría la basílica del palacio destinada a las audiencias y al Consejo de Domiciano. de nuevo un ábside servía para delimitar el espacio del soberano y que la atención arquitectónica se centrara en este lugar.  En el lado izquierdo estaría el Lararium o capilla donde se da culto a los dioses de la casa imperial.
  • El ala oeste se levantaba la gran sala de banquetes, la Coenatio Jovis, entre dos patios con fuentes o ninfeos. Era un triclinio dotado de un hipocaustum bajo el suelo que calentaba la habitación en invierno.
  • De las dos alas de comunicación, la septentrional servía para dar entrada a la zona pública de la antigua domus de Augusto (templos y bibliotecas), y la meridional era el acceso al peristilo de la Domus Agustana o residencial.
La parte oriental del palacio, la Domus Augustana, estaba exclusivamente reservada para la familia imperial. Tenía dos niveles y, por lo general muchas habitaciones y de tamaño más pequeño
  • En la terraza superior, los cubículos se abrían a otro peristilo columnado con un estanque y un pequeño templo en el centro, quizá dedicado a Minerva.
  • El otro nivel estaba situado 12 metros por debajo. Aquí también las habitaciones estaban organizadas en torno a un amplio peristilo rodeado por pórticos a dos niveles. En el centro había una gran fuente decorada con un motivo de peltas.
  • Al oeste el edificio se arqueaba formando una fachada cóncava que miraba hacia el Circo Máximo. Se trataba de una gran exedra semicircular y columnata detrás de la cual todavía se pueden ver restos de varias habitaciones con un extraño diseño.
  • El cuarto sector de la Domus Augustana es el conocido como Estadio. En realidad se trataba de un rectángulo oblongo de unos 88 metros porticado en dos plantas. La función del mismo sería quizás de jardín y de picadero a la vez.







 






BIOGRAFÍA DE JULIO CÉSAR


(Cayo Julio César) Militar y político cuya dictadura puso fin a la República en Roma (Roma, 100 - 44 a. C.). Procedente de una de las más antiguas familias del patriciado romano, los Julios, Cayo Julio César fue educado esmeradamente con maestros griegos.
Julio César pasó una juventud disipada, en la que empezó muy pronto a acercarse al partido político «popular», al cual le unía su relación familiar con Mario. Se ganó el apoyo de la plebe subvencionando fiestas y obras públicas. Y fue acrecentando su prestigio en los diferentes cargos que ocupó: cuestor (69), edil (65), gran pontífice (63), pretor (62) y propretor de la Hispania Ulterior (61-60).
De regreso a Roma, Julio César consiguió un gran éxito político al reconciliar a los dos líderes rivales, Craso y Pompeyo, a los que unió consigo mismo mediante un acuerdo privado para repartirse el poder formando un triunvirato y así oponerse a losoptimates que dominaban el Senado (60).
Al año siguiente, César fue elegido cónsul (59); y las medidas que adoptó vinieron a acrecentar su popularidad: repartió lotes de tierra entre veteranos y parados, aumentó los controles sobre los gobernadores provinciales y dio publicidad a las discusiones del Senado. Pero la ambición política de César iba más allá y, buscando la base para obtener un poder personal absoluto, se hizo conceder por cinco años -del 58 al 51- el control de varias provincias (Galia Cisalpina, Narbonense e Iliria).
El triunvirato fue fortalecido por el Convenio de Luca (56), que aseguraba ventajas para cada uno de sus componentes; pero respondía a un equilibrio inestable, que habría de evolucionar hacia la concentración del poder en una sola mano. Craso murió durante una expedición contra los partos (53) y la rivalidad entre César y Pompeyo no encontró freno una vez muerta Julia, la hija de aquél casada con éste (54).
Entretanto, César se había lanzado a la conquista del resto de las Galias, que no sólo completó, sino que aseguró lanzando dos expediciones a Britania y otras dos a Germania, cruzando el Rin. Con ello llegó a dominar un vasto territorio, que aportaba a Roma una obra comparable a la de Pompeyo en Oriente.
El prestigio y el poder alcanzados por César preocuparon a Pompeyo, elegido cónsul único en Roma en medio de una situación de caos por las luchas entre mercenarios (52). Conminado por el Senado a licenciar sus tropas, César prefirió enfrentarse a Pompeyo, a quien el Senado había confiado la defensa de la República como última esperanza de salvaguardar el orden oligárquico tradicional.
Tras pasar el río Rubicón -que marcaba el límite de su jurisdicción-, César inició una guerra civil de tres años (49-46) en la que resultó victorioso: conquistó primero Roma e Italia; luego invadió Hispania; y finalmente se dirigió a Oriente, en donde se había refugiado Pompeyo. Persiguiendo a éste, llegó a Egipto, en donde aprovechó para intervenir en una disputa sucesoria de la familia faraónica, tomando partido en favor de Cleopatra («Guerra Alejandrina», 48-47).
Asesinado Pompeyo en Egipto, César prosiguió la lucha contra sus partidarios. Primero hubo de vencer al rey del Ponto, Pharnaces, en la batalla de Zela (47), que definió con su famosa sentencia veni, vidi, vici («llegué, vi y vencí»); luego derrotó a los últimos pompeyistas que resistían en África (batalla de Tapso, 46) y a los propios hijos de Pompeyo en Hispania (batalla de Munda, cerca de Córdoba, 45). Vencedor en tan larga guerra civil, César acalló a los descontentos repartiendo dádivas y recompensas durante las celebraciones que organizó en Roma por la victoria.
Una vez dueño de la situación, César acumuló cargos y honores que fortalecieran su poder personal: cónsul por diez años, prefecto de las costumbres, jefe supremo del ejército, pontífice máximo (sumo sacerdote), dictador perpetuo y emperador con derecho de transmisión hereditaria, si bien rechazó la diadema real que le ofreció Marco Antonio. El Senado fue reducido a un mero consejo del príncipe. Estableció así una dictadura militar disimulada por la apariencia de acumulación de magistraturas civiles.
Julio César murió asesinado en una conjura dirigida por Casio y Bruto, que le impidió completar sus reformas; no obstante, dejó terminadas algunas, como el cambio del calendario (que se mantuvo hasta el siglo XVI), una nueva ley municipal que concedía mayor autonomía a las ciudades o el reasentamiento como agricultores de las masas italianas proletarizadas; todo apuntaba a transformar Roma de la ciudad-estado que había sido en cabeza de un imperio que abarcara la práctica totalidad del mundo conocido, al tiempo que se transformaba su vieja constitución oligárquica por una monarquía autoritaria de tintes populistas; dicha obra sería completada por su sobrino-nieto y sucesor, Octavio Augusto.

 




jueves, 15 de noviembre de 2012

CURIA HOSTILIA


Construida, según la leyenda, por el rey Tulio Hostilio, tercer rey de Roma, sucesor de Numa Pompilio segundo rey de Roma y antecesor de Anco Marcio, cuarto rey de Roma. Fue restaurada por Sila (Curia Cornelia) en los años 80  a. C.
En 52 a. C. un incendio destruyó el edificio, lo que llevó a Julio César a trasladarla desde su emplazamiento primigenio (donde César construiría su foro) a su actual ubicación, si bien las obras se interrumpieron a la muerte del dictador. Por decreto senatorial pasó a llamarse Curia Iulia, concluyéndose su construcción (a la que se dotó de un pórtico llamado chalcidicum) en el 29 a. C. De nuevo destruida por las llamas en el año 64 d.  C. durante el gran incendio de Roma, fue renovada bajo Domiciano en el 94.
Sufrió un nuevo incendio en 283, por lo que tuvo que ser reedificada por Diocleciano, siendo inaugurada en el año 303. Es este el edificio que, en esencia, se puede contemplar en la actualidad. Sin embargo, la curia experimentó modificaciones posteriores. Honorio I la transformó en iglesia cristiana en el año 630 bajo la advocación de San Adrián, aunque entre 1930 y 1936 se despojó al edificio de sus añadidos cristianos para devolver a la curia el aspecto que aproximadamente pudo tener en el siglo IV.
Pavimento original del siglo IV, podio del presidente del romano y estatua de la Victoria.
El edificio (27 x 18 m de planta y 21 de altura, según proporciones basadas en Vitrubio), está construido con gran austeridad. De planta rectangular, su estructura se apoya en cuatro contrafuertes situados en las aristas. La fachadaa posee una puerta y tres ventanas que proporcionan luz al aula. La cubierta, que fue de vigas planas. Sí son de época de Diocleciano los restos de pavimentación de mármol y el ornamento de los muros, provistos de hornacinas entre columnillas sustentadas en modillones y rematadas en tímpano.
A los dos lados largos de la sala se situaron gradas con los escaños del senado romano; en el lado corto se situó el podium del presidente y, a su lado, una Victoria esculpida, aportada por Octaviano.
En esta Cámara se reunía el Senado cuando debatía, tanto en el periodo de monarquía en el que solo era un pequeño grupo de consejeros y asesores del monarca, como en tiempos de la República en la que el Senado era el mayor poder legislativo a pesar de la progresiva pérdida del poder senatorial desde tiempos de Tiberio Sempronio Graco y Cayo Sempronio Graco.
Uno de los acontecimientos más importantes que sucedieron en el interior de esta Cámara fue la muerte de Lucio Apuleyo Saturnino que se refugió en su interior durante la duración del Senatus Consultum Ultimum de Cayo Mario.
http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/5/56/Curia_Iulia.JPG


http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/7/72/Foro_Romano_pavimento_Curia_Julia.jpg




ANFITEATRO FLAVIO


Más conocido desde la Edad Media como Coliseo por su proximidad a la estatua colosal de Nerón, el Anfiteatro Flavio fue el mayor edificio levantado por Roma y quizá el mayor también de toda la Antigüedad. En una muestra de discrepancia con Nerón y con toda su obra, los dos primeros Flavios hicieron generosas donaciones al pueblo romano a expensas de las extravagancias neronianas: Vespasiano construyendo, desde el comienzo mismo de su principado en el año 70, un magnífico anfiteatro para reemplazar al de Estatilio Tauro, destruido en el incendio del 64, en la hondonada en que Nerón había hecho el lago de la Domus Aurea, y Tito edificando en otro sector del mismo palacio, las primeras termas imperiales de que disfrutó el pueblo, caracterizadas por la duplicidad de sus elementos a ambos lados de un eje común. Si el Coliseo fue el prototipo de otros muchos anfiteatros, las Termas de Tito iniciaron la serie de instalaciones termales provistas de grandes palestras, que no sólo fueron lugares de esparcimiento, sino exponentes de la autoridad y la grandeza de la Roma imperial.
Aparte de su valor como obra de ingeniería, el Coliseo era también una obra de arte: el pórtico del coronamiento del graderío, con sus columnatas de cipollino y de granito gris, desplegaba todo el boato que caracteriza a las grandes empresas de la dinastía burguesa de los Flavios. Relieves de mármol y de estuco, apenas conservados aquí y allá, abundaban entonces en la cávea y en la infinidad de logias y galerías. De todo ello queda en el interior una enorme carcasa, y sólo por fuera, donde las novedades eran de tono menor, tenemos el perímetro de la enorme elipse de más de medio kilómetro de envergadura y gran parte de su fachada curva original, con su circunferencia de ochenta arcos de medio punto. El diseño de la fachada no podía ser más conservador: tres arquerías sobre pilares con columnas adosadas en tres órdenes superpuestos, dórico-toscano, jónico y corintio, con áticos de poca altura intercalados entre los órdenes. Como coronamiento, un ático de gran altura que encerraba el último de los sectores del graderío, el maenianum ligneum, expuesto a los incendios como todas las construcciones de madera, pero añadido como un mal necesario para aumentar la capacidad del edificio y de sus 50.000 localidades.
Los teatros de Pompeyo, de Balbo y de Marcelo, el anfiteatro de Estatilio Tauro, y naturalmente el Tabularium tenían acostumbrado al pueblo de Roma a las fachadas de arquerías con órdenes griegos adosados. En ese sentido el Anfiteatro Flavio no aportaba novedad alguna, pero la estructura interna de corredores y muros ortogonales y de bóvedas alveolares; toda la infraestructura de la arena, sentaron principios definitivos.




lunes, 12 de noviembre de 2012

CIENCIA EN MESOPOTAMIA



Una de las fuentes para conocer la ciencia de Sumer y Babilonia son las largas listas descriptivas en las que los mesopotámicos compilaron sus conocimientos. Dioses, tipologia de astros o aves se sometían a un mismo orden. Tal cosmovisión se materializó en una compleja red de relaciones regidas por criterios racionales –destreza, habilidad, etc.– en el que el mismo sujeto debía incluirse como parte de ese conjunto.
Los listados, los textos arcaicos de Uruk, se consideran los primeros escritos científicos de la historia humana (3000 a.C.). En su origen, los escribas los utilizaban para ejercitar la memoria; más tarde terminaron por convertirse en verdaderas enciclopedias temáticas, que incluían asuntos religiosos (relación jerárquica de los dioses), historiográficos (rango dinastías, crónicas) o topográficos.
La ciencia adivinatoria, de la que dependían otros “saberes”, debía interpretarse según los presagios. La medicina fue uno de estos ámbitos más desarrollados: alrededor de su estudio se desplegaron las primeras recetas, tratamientos, instrumentos quirúrgicos, incluso indicaciones concretas para tratar afecciones internas e externas. A finales del segundo milenio antes de nuestra, se elaboró una compilación todos los conocimientos anatómicos mesopotámicos en el denominado Libro de diagnosis y prognosis médicas, que demuestra un profundo conocimiento de la morfología humana.
En el campo de la astronomía los mesopotamios fueron sobresalientes en sus cálculos y observaciones –algunos de ellos muy exactos– que luego usaban para las predicciones astrológicas (posición del sol, equinoccios, eclipses, etc.). En la serie de tablillas de “El Arado” se describían los tres “Caminos” de los ecuadores celestes (dedicados a los dioses Anu, Enlil y Ea), en los que se localizaban 36 constelaciones astrales. Los astros pertenecientes al “Camino de la luna” se han considerado sin lugar a dudas como los precedentes de los signos zodiacales.
Para llegar a estos complicados cálculos, las matemáticas fueron el instrumento principal. Era una ciencia inspirada en la propia vida cotidiana: la regulación del calendario mediante la introducción de meses suplementarios y las llamadas “tablas” son ejemplos claros. Estas últimas eran textos matemáticos de los que los mesopotamios se servían para resolver problemas de pesos y medidas derivados de actividades diarias como el comercio o la agrimensura. La peculiaridad residía en el uso del sistema sexagesimal (1:60) y en el hecho de poder sumar y restar, pero no multiplicar ni dividir; para realizar estas últimas operaciones se confeccionaron las primeras “tablas de multiplicar” junto con tablas de cuadrados y cubos, que leídas al revés se convertían en tablas de raíces cuadradas y cúbicas.
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